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Lo que bien acaba bien empieza


Tamara Trottner


Al terminar este 2021 me veo acompañada por aquellos que llenan mi corazón con apapachos de cobija calientita, de helado de grosella, de abrazo justo a tiempo. El transcurrir de este año se ilumina con días sin tiempo que se tornaron en noche, en madrugada. Con lunas que a veces fueron llenas y otras, se llenaron por el brillo en la mirada correcta, cómplice. Otras fueron fogata, chimenea, deseo.

El trayecto se enriqueció con cientos de personas que conocí a través de una pantalla, con quienes compartí lecturas, miedos, agradecimientos. Carcajadas y encuentros emocionantes. Con su mirada enriquecieron mi novela y la llevaron a viajar lejos y profundo., a grandes posibilidades, que me emocionan e impulsan a seguir trabajando. Algunas de las que fueron caras en una pantalla ya son amigas y habitan en mí como lo hace la certeza de habitar en ellas.

Este año transcurrió agradeciendo cada momento de parques con mi perro, nuevas letras en mi computadora, comidas de platillos deliciosos y charlas profundas con mi familia. Termina rodeada de mis quereres libres y plenos, de la salud que se agradece más cuando se ha perdido. De lecciones.

Quizá fui la ranita de algunos alacranes. Volveré a cruzar el río una y otra vez acompañando a quienes me lo pidan. Jamás dejaré que una traición me defina como ser humano. Sigo confiando incluso en los aguijones.

No sé ser diferente, he dado demasiadas vueltas al Sol como para dejar de creer en la magia, en la bondad del otro, en que mi capacidad de amar puede alcanzar para aquellos que la han perdido.

El 2022 traerá sus propios ríos, madrugadas, encuentros llenos de asombro, miradas de luna llena.

Deseo que a cada uno lo reciba en un regazo amoroso y apasionado, con salud y asombros cotidianos que, después de todo, son los más asombrosos.


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