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DÍA A DÍA EN INDIA

MI VIAJE A INDIA. JULIO 2019.

DÍA 1…

Lo desconocido entusiasma y asusta.

Conozco India, pero por primera vez llego a Pune, llego como practicante de yoga, a vivir un mes en un departamento rentado, en un mundo inexplorado.

Hace tres años planeamos este viaje un grupo de amigas, compañeras cotidianas del salón de yoga y, muchas veces, del alma. Llegó el día. Y llegó con cambios en mi entorno, con nuevas personas y otras que ya no están, con proyectos que nacieron y otros que se desvanecieron, con sucesos que entonces jamás imaginé. Y, sin embargo, es la vida que sigue por encima de aquello que decide nublarla.

Después de dos vuelos que suman 19 horas, aterrizamos en Mumbai, nos espera un chofer para llevarnos en un trayecto de cuatro horas hasta Pune. La lluvia es torrencial, la bruma apenas permite ver la raya del asfalto, nuestro conductor maneja a más de 100 kilómetros por hora, rebasa por cualquier lado y, al mismo tiempo, mira el teléfono. Trato de pedirle que no se distraiga, como respuesta recibo un No spik inglish. Prefiero no insistir ya que esto es sólo una distracción más. Mejor cierro los ojos y, quizás, rezo un poco.

Recorrí, literalmente, medio planeta para llegar a Pune, y Pune, así de entrada es bastante feo. Sin embargo, tiene el encanto de India, tiene el olor a especias y a la gasolina de las motocicletas que parecen marabunta en las calles asfaltadas a medias, con semáforos ignorados por todos, con sentidos de vialidad aún más relegados. Los peatones somos tan sólo un estorbo que las rikshaws esquivan con destreza, jamás permitiendonos el paso a menos que la colisión sea inminente. Cruzar las calles es un acto suicida, un acto de fe, un acto irresponsable pero necesario. Al llegar al otro lado respiras en agradecimiento y con la consciencia de saber que en algún momento tendrás que regresar y la odisea volverá.

Hoy tomé la primera clase de yoga del viaje, la maestra es nieta del Gurú, BKS Iyengar, el que empezó todo este movimiento que ha llevado el yoga a cada rincón del planeta. En pune se le adora a él y a toda su familia. Abhijata es una mujer bellísima y con un profundo conocimiento de todas las capas de esta disciplina que me enamoró hace casi diez años y que cada día siento más congruente, más asombrosa, más plena.

Somos más de cien pegados cuerpo con cuerpo, los mats apenas caben, en una postura tienes encima el pie del compañero, en otra, tu brazo roza la cara de alguien detrás de tu cabeza. Me distraigo y una mujer alta y ruda me quita mi lugar. Enfurezco, quiero reclamarle, pero no puedo, la clase sigue, me reacomodo. Tardo en concentrarme por el enojo, las ganas de vengarme, en cuanto se mueva le voy a quitar MI lugar… Y entonces, como cuando una gota al caer hace un circulo perfecto en un lago, así me cae la lección: No, no es tu lugar, nada es tuyo, eres parte de un grupo de practicantes, eres parte de la clase de yoga, eres una más ocupando un espacio. El universo es, yo soy parte de él, pero no me pertenece. Suelto el enojo, suelto el lugar, suelto la ridícula idea de posesión y apego… es el primer día y la enseñanza de hoy me acompañará siempre. Hago una nota mental: no olvides que eres todo y, sin embargo, nada ni nadie te pertenece.

DÍA 2…

Llevo casi diez años practicando yoga y cada día me enamoro más. Hoy tomé mi primera clase con Prashant, el hijo del gurú Iyengar, estamos en Triconasa, y el maestro empieza a contar una historia sufí. Relata que un hombre perdió su anillo en la casa, el lugar estaba muy oscuro así que el hombre decidió salir a buscarlo en el patio de afuera. Pero perdiste el anillo adentro, le dijeron, ¿por qué lo buscas afuera?, porque afuera sí hay luz, respondió.

Seguimos en la misma postura. Me duelen las piernas, los brazos me tiemblan de cansancio y el maestro sigue contando la historia. Despacio, en el inglés de la India que resulta tan exótico e inconfundible. Quiero levantarme, pero decido aguantar un poco más. Cierro los ojos y respiro. Las palabras del maestro cobran sentido. Lo que pareciera un cuento de niños es en realidad una historia de vida. ¿Cuántas veces buscamos a donde sabemos que no hay forma de encontrar lo que deseamos y sin embargo lo hacemos porque es más fácil.

Nos mentimos. Ponemos excusas. Queremos creer, buscamos en los lugares iluminados porque es más fácil que escudriñar en la oscuridad, en especial si estamos buscando nuestro crecimiento personal, elevar la consciencia, amar desde el amor y no desde el apego, ser desde nuestra verdad y no a través de las máscaras que nos ponemos para agradar a los otros. Buscar en nuestras oscuridades es doloroso, pero será el único lugar en el que encontremos respuestas. Si nos vamos afuera, a ahí a donde coleccionamos likes de Facebook o Instagram, a ese lugar en el que nos rodeamos de aplausos, de sonrisas, de halagos, estaremos buscando un anillo en el patio iluminado y jamás lo vamos a encontrar.

Por fin el maestro nos dice que salgamos de la postura, estuvimos en ella varios minutos, las piernas temblorosas agradecen el descanso y yo, una vez más, agradezco tanto lo aprendido. Namasté

DÍA 3…

El medio de transporte en Pune es la rikshaw, hay coches y motos y camiones, pero en realidad el ¿la? rikshaw es la forma más rápida de moverse y es que si crees que el tráfico en CDMX es terrible tienes que venir a Pune para no volver a quejarte jamás en tu vida. En las calles de dos carriles se hacen al menos cuatro, con suerte en un sólo sentido, pero generalmente en varios. Por el mismo espacio corren coches, rikshaws, vacas y peatones en un absoluto y perfecto caos. Es increíble que no haya colisiones cada 20 metros, pero la realidad es que nunca he visto un accidente fuerte.

Hoy llovía. Estamos en época de monzones así que la lluvia se deja venir pronta, estruendosa y momentánea, me hace pensar en el berrinche de un niño que se suelta llorando con todas sus fuerzas, mocos, lagrimas, pataleos y apnea durante unos minutos, mientras que consigue aquello que quiere y, entonces, cesa el enojo y sale el sol, esplendoroso y contundente… hasta el siguiente arrebato. Así el cielo de India.

Hoy íbamos en la rikshaw, la lluvia entrando por todos lados, yo empapada y, de pronto, un coche nos choca. En realidad fue apenas un golpecito. Amir, nuestro chofer (que próximamente será tema de un texto completo) se detiene, sonríe, mueve la cabeza de un lado al otro. El conductor del coche agresor se baja, sonríe, quita el coche y todos seguimos nuestro camino. Entonces entiendo, entiendo que el constante sonar del claxon no es una forma ofensiva de manejar, es tan solo la manera que tienen los indios de decir, Ahí voy, y entiendo que aventar el coche a los peatones no es una grosería, y que el perfecto caos funciona porque la actitud de todos es de aceptación del desorden como la forma de ordenar su vida. Nadie está esperando algo diferente y cada uno ocupa su lugar y, por eso, no hay agresión, no hay rencor, no hay el enojo que traemos amontonado en nuestra ciudad y que nos hace reaccionar con groserías y golpes si alguien se nos mete en la fila o nos toca el claxon. Sí, en India todo parece más caótico, pero en realidad los indios traen una paz, una alegría, un entendimiento que se transparenta en sus miradas negras y profundas. En India nacen con el namasté: lo divino dentro de mi saluda a lo divino dentro de ti y, supongo que por ahí está la respuesta.

Día 4…

Si el placer es pecado, hoy me voy a ir directo al infierno. Me lo merezco porque he disfrutado cada hora. Empezamos con una clase de yoga de una MAESTRA, no, las mayúsculas no son error de dedo, esta mujer enseña desde un lugar en el que transmite el profundo amor por lo que hace. Le explota por los poros y por su sonrisa liviana y su mirada inundada de la más absoluta paz. Ella sabe, sabe que sabe y sabe que nos tiene que tener infinita paciencia a los que todavía no sabemos, pero queremos saber.

Después de una clase asombrosa, salimos y en la esquina ya estaba listo el vasito de vidrio con un chai hirviendo, lleno de especias, al darle el primer trago sentí como el líquido caliente me iba cubriendo el esófago, el estómago, las tristezas, los miedos… todo se abrigó con el olor y el sabor de una cultura milenaria que no hace las cosas al aventón. El té hierve durante horas, adquiere sus propiedades a través de las enseñanzas transmitidas de madres a hijas, de padres a hijos. ¡Me tomé dos vasitos!, te digo que a veces no tengo llenadera.

De ahí nos fuimos a un brunch en el hotel Marriot, llegamos a pisos limpios, al silencio de los espacios contenidos, a un buffete que ni en las mil y una noches imaginaron. Y, además, comí carne!!! Dos costillas con salsa agridulce, ahora entiendo cabalmente lo que quiere decir “para chuparse los dedos” me chupé cada uno con un deleite insólito. Nunca pensé que la dieta vegetariana me fuera a ser tan difícil, ¡no aguanté ni una semana!. Además de las costillas había todo lo imaginable y ¡encima los postres! Chocolate, mazapán, cremé brulee… dejé de comer cuando sentí que un bocado más me haría explotar como cuando pisaba el Boing en la primara.

Para bajar la modorra que da saciarse hasta el tuétano, por qué no, nos subimos al spa. Yacuzzi, vapor con olor a jazmin, sauna. Una bata deliciosa, chanclitas y de ahí, medio aturdida por el calorcito y el apapacho me dieron un masaje que me hizo gemir de placer. Una terapeuta tailandesa que con manos, codos y destreza me deshizo todos los nudos adquiridos en una semana de practica de yoga. Y en una vida de practica de vida.

Y, ahora, tomando té de jengibre, escribo, que es básicamente lo que más me gusta hacer… junto con amar, comer, bailar, reírme hasta el dolor de panza, ir a los mercados, viajar… Ya sé, no tengo remedio. Nimodo. ¡Si esto me lleva al infierno iré feliz! Iré, incluso, puebleando.

DÍA 5…

7:00m A.M empieza la invocación. El OM cantado por casi cien voces es contundente, empapa cada fibra del cuerpo y la electricidad generada por una garganta se multiplica. La vibración de cada uno se vuelve la de todos.

7:04 A.M el maestro dice Shirshasana, es decir, parado de cabeza. La postura empieza siendo fácil, pero conforme pasan los minutos se empiezan a cansar el cuello, los hombros, las manos. Y la mente dice: me quiero bajar. Pero el maestro sigue hablando… Se le olvidó que estamos aquí, pienso. Llevamos 8 o quizás 10 minutos. No me voy a bajar, eso es definitivo, así que cierro los ojos y respiro. Y el cuerpo se siente más liviano… cuando la orden de bajar llega, varios minutos después, siento que podría haberme quedado mucho más tiempo. La incomodidad es mental. Lo confirmo una vez más.

Después de la clase y varias horas más de practica nos bañamos y comemos muertas de hambre. Y para cerrar el día nos lanzamos al mercado, se llama Mahatma Puhule market y es increíble. Pocas cosas en la vida me emocionan y gustan más que visitar los mercados de los países que visito. Es en el mercado a donde la gente está más viva, especialmente en aquellos que son de locales. Si de por si India es ruidosa, alocada y colorida, aquí todo explota. Recorremos primero las joyerías, el dorado deslumbra, a las mujeres Indias les encanta llenarse de joyas, piedras preciosas, enormes gargantillas y diademas. Se adornan las muñecas y los tobillos, las orejas, el pecho y el vientre. Todo en ellas brilla. Brincamos de una tienda a la otra, nos probamos todo. No compramos pero nos divertimos, los vendedores se ríen, nos sacan toda la mercancía, nos pintan la frente con la típica marca roja y felices se sacan fotos. ¡Esto es una verdadera fiesta!

Compramos verduras, algunas chucherías, una caja de dulces típicos de esos tan enmielados que se pegan al paladar y a la niñez. Brincamos charcos, nos llenamos los ojos de flores de colores asombrosos y de sonrisas blanquísimas.

Después de varias horas, mis amigas deciden que es hora de regresar. Casi a empujones me suben a la rikshaw, emprendemos el retorno y me doy cuenta que sigo de cabeza, en un mundo ajeno, lejano, delicioso en el que todo se ve diferente, así como se ven las cosas cuando estas en shirshasana, con un ángulo nuevo y aceptando lo que viene, hasta sentirme tan ligera que casi puedo flotar!

Día 6…

Una clase preciosa con Devki, una maestra bella, amorosa y sabia, nos habló de la trascendencia de los principios y los finales. La forma de entrar a una postura de yoga es tan importante como la forma de salir de ella. Debemos empezar con consciencia, entendiendo hacia dónde vamos, a dónde queremos llegar, qué partes del cuerpo están involucradas. Si lo hacemos al aventón nos vamos a lastimar y no podremos llegar lejos. ¿No es así todo en la vida? Entrar a una relación, a un trabajo, a una discusión, a un grupo de amigos… y también saber salir cuando es necesario, cuando ya nos cansamos, cuando sabemos que seguir ahí nos va a doler, nos va a perjudicar.

Lento me iba preparando para hacer un arco, es una de las posturas que más trabajo me cuestan, entrañable y hábil, la maestra me fue llevando hasta que logré hacerla, no perfecta, no completa, pero hice mi mejor postura. Al salir fuimos a comer a casa de la mamá de Devki, un departamento chiquito, limpio, lindo con lo necesario para vivir, sin excesos. Entramos al lugar sin saber muy bien a lo que íbamos, terminó siendo una preciosa comida, delicioso todo.

Devki nos explicó que por supuesto importan los principios, importan los finales, pero en realidad lo que estamos viviendo día a día, cada hora, cada encuentro, cada vivencia, es el medio entre nuestro nacimiento y el día que nos vayamos. Ésta es nuestra vida, la única, al final dejaremos todo, dejaremos posesiones y apegos, miedos y objetos, dejaremos el cuerpo que hoy tanto tiempo nos ocupa. Qué vamos a hacer con esto que tenemos ahora, este tiempo tan tan preciado por finito, por único, por sólo nuestro.

Nosotras, ayer, decidimos hacer una pijamada con las 18 mujeres de México que estamos compartiendo esta experiencia. Preparamos comida rica, vino, quesos, todas llegaron cargadas de cosas ricas y de sonrisas enormes. Todas dispuestas a reírse a compartir. Vinieron también un vendedor de joyas y uno de cositas típicas de India, nos sentamos en el piso a escoger, a compartir, modelamos las joyitas y todas opinamos, como hacemos las mujeres, con entusiasmo y hablando al mismo tiempo, Se juntaron nuestras voces, relatos, experiencias de las que han estado en Pune muchas veces y las de las que estamos viviéndolo por primera vez. Terminó siendo una fiesta divertidísima y llena de amor.

Al final, ya cada una en su cama, agradecimos sabernos cómplices de una aventura que empezó hace casi tres años cuando varias decidimos unirnos al viaje. Hoy estamos transitando la experiencia con toda la entrega y alegría, sabiendo que será una de esas que se van a quedar para siempre en un rinconcito del recuerdo que no querremos olvidar.

El día empezó divino, acabó asombroso… y ahí, en medio, un grupo de mujeres, cada una especial, que hacen la vida mucho mucho más bella.

Día 7…

Resulta que no es “todo o nada”, se tiene que negociar, apretar y ceder, luchar y soltar. Sí, estoy hablando de una lección que nos dio nuestra maestra Abiyhata hoy cuando, en sus propias palabras, se le metió el diablo y durante dos horas nos llevó de una postura a otra, de parados de manos a torsiones que parecen imposibles y mientras que sudábamos y hacíamos nuestro máximo esfuerzo nos dijo: suelten, no luchen, permitan que la postura suceda. Cuando batallas demasiado, endureces el cuerpo y todo se dificulta. Suelta, pero no dejes de trabajar. Es un punto medio, difícil de encontrar a veces, pero esencial para poder fluir. Terminamos agotadas, empapadas y felices.

Después de un baño, tomamos el Rikshaw manejado por el grandioso Amín, que ha sido nuestro chofer, guía de turismo, consejero y amigo. Amín que todo lo resuelve y lo hace con una sonrisa, nos ofreció llevarnos a Pataleshwar, el templo de la cueva, al templo de Ganesh y al mercado de las especias. Súper emocionadas y muy arregladitas nos lanzamos a la conquista de esta nuevas experiencia. En cuanto salimos empezó el diluvio universal con sus ríos de agua y hasta un charco tamaño Mar Rojo, no vi el arca pero si varias vacas, gallinas, perros, unas ratas. Me imagino que el resto de los animales por ahí andaban resguardándose de los vientos. Y nosotras, porque somos guerreras, seguimos. Los techos de plástico se vuelven cataratas que de un momento a otro caen encima de quién esté distraída. Los paraguas no sirven para nada, el agua entra por un lado, por el otro, por abajo. Y el mercado sigue vivo, ponen plásticos encima de los puestos y todos permanecen como si nada. Créanme que tratamos, le echamos ganitas en serio, pero llegó un momento en que estábamos tan mojadas que decidimos regresar.

En la mañana busqué la forma de fluir en posturas súper complicadas encontrando el punto medio entre luchar y rendirse. En la tarde el universo me volvió a poner a prueba, ahora afuera del mat, afuera del salón de clases. Y, creo que todas salimos victoriosas. La vida, no es todo o nada, es un día a la vez, es mojarse lo necesario y es correr a resguardarse cuando decidimos que ya fue suficiente. Fluir. La vida, al parecer, se trata de fluir.

DÍA 8…

Hay dolores buenos y dolores malos. La única forma de saber la diferencia es escuchando al cuerpo. Cuando grita y sale huyendo generalmente el dolor es de esos que nos avisan que algo nos está lastimando y hay que evitarlo. Cuando duele pero logramos controlarlo, cuando a base de repetir aquello que duele, poco a poco va cediendo, entonces es un dolor que nos hará crecer. Y mientras más lo abracemos, lo aceptemos más irá dejando de doler.

A quien hubiera entrado hoy al salón de yoga pensaría que estaba entrando a la sala de parto de un hospital. Pujidos, quejas, discretas mentadas de madre, incluso alguna lágrima. La maestra nos fue llevando a posturas que aparentemente dominamos, y nos demostró que nos falta muchísimo para conquistarlas, si es que eso fuera posible. Fue una clase dolorosa, dolió el cuerpo y dolió el ego. Y, sin embargo, terminé con un profundo agradecimiento. Me doy cuenta que no tenemos porqué permanecer en nada que nos lastime, ni un trabajo, ni una relación, ni un lugar… nada. Si lastima es malo, y terminará por hacernos mucho daño. Aguantarnos no es sinónimo de valentía, ni de madurez, ni de estoicismo, es símbolo de no querernos lo suficiente. Cuando algo nos duele porque estamos viviendo situaciones de crecimiento, de aprendizaje, de amor a nosotros, entonces hay que quedarse, respirar y seguir… y seguir… y seguir, hasta que el dolor vaya disminuyendo y adquiera sentido.

Regresamos a descansar una hora y nos fuimos a otra clase. Me duelen los hombros y las muñecas y me tiemblan las piernas, ¡puro dolor bueno, buenísimo! estoy agotada nada que una regadera caliente y un buen sueño no resuelvan!

Día 9…

¿Por qué será que los seres humanos necesitamos crear dioses?

¿Qué carencias tenemos que llenar creyendo que una persona tan de carne y hueso como nosotros es alguien Divino?

Por supuesto que hay personas asombrosas, más evolucionadas, en un más alto nivel de consciencia, pero de ahí a ser dioses…

Hoy fuimos a conocer el ashram de Osho. Resulta que es justo aquí, en Pune. De entrada es como un oasis impresionante, un vergel de plantas acicaladas, lagos y fuentes. Todos adentro están vestidos en el típico atuendo color vino (tal cual el documental Wild Wild Country de Netflix) Si existe una buena descripción de “sentimientos encontrados” es esta visita. Un lugar de paz y meditación que exhibe como su pieza más valiosa un Rolls Royce, uno de los 96 que tenía el gurú, ojo que no lo estoy criticando, sólo expongo lo que es. Un lugar de libertad y expansión de consciencia y de pronto nos encerraron, literalmente como prisioneras una hora y media a escuchar explicaciones que no nos interesaban, ya que estaban dirigidas a quienes se quedan en el ashram y no a nosotras que íbamos sólo a pasar el día. Un espacio de encuentro contigo mismo en el que a media meditación tienes que levantar los brazos y gritar ¡¡¡OSHO!!!

De pronto entiendo con más claridad por qué nacieron las religiones y por qué las más punitivas y limitantes son las que más adeptos tienen. Creo que los seres humanos estamos buscando algo que sólo existe adentro de nosotros mismos, pero creemos que alguien nos puede llevar a ahí. Necesitamos súpero héroes que nos hagan sentir seguros en un mundo que nos aterra, porque nos aterra la libertad, la felicidad, el amor completo, supongo que por miedo a perderlos, realmente no sé por qué.

Pero la secta de Osho, no hay otra forma de nombrarla, tiene millones de adeptos. El hombre murió hace varios años y hoy cada tarde lo siguen poniendo en una pantalla para escuchar durante una hora sus palabras. No voy a negar que hay sabiduría en lo que dice, pero hay también un enorme ego.

Y no es culpa del buey sino del que lo hace compadre. Cómo no se va a sentir dios si tiene a miles de personas gritando su nombre mientras que él permanece sentado literalmente en un trono. Así nuestros mediocres políticos, los artistas de las masas, los guías de iglesias como aquella de la luz… son tantos y tantos que podría llenar páginas con nombres. Cada uno de nosotros conoce a alguien así… cada uno de nosotros, quizás, ha sido cómplice de su creación.

No sé, quizás es algo para reflexionar…

Días 10 y 11…

Decidí juntar los días porque fue un fin de semana unido en un mismo asombro. Inseparable y casi indescriptible. Ajanta y Ellora son dos ciudades que siempre se mencionan juntas.

En India, cuando te dicen que algo va a suceder en dos minutos debes prepararte para un lapso de tiempo que puede ir de 10 a infinitos minutos. En la realidad India el tiempo es una medida extremadamente flexible, así que viajar se vuelve un evento incierto y complejo. Incluso si conoces la distancia entre un lugar y otro jamás sabrás si la carretera está pavimentada, si una vaca detendrá el tráfico, si se hará un congestionamiento eterno por ninguna razón en particular. Cuando nos dijeron que ir a Ajata y Ellora desde Pune sería un trayecto de 4 horas nos preparamos para lo que viniera. El grupo de amigas que nos lanzamos a la aventura resultó increíblemente puntual, entusiasta y flexible y el viaje desde el principio fluyó precioso.

Y sí, fueron cuatro horas exactas para llegar al hotel a donde dejamos la maleta, nos acicalamos y salimos corriendo para no perder ni un instante. Nos recibió Nacho, un guía genial, con gran conocimiento de la zona y una forma magistral de transmitirlo. Él nos informó que el camino a Ajanta sería de tres horas más. Pequeño detalle que se le pasó mencionar al agente de viajes y que a ninguna de nosotras se nos ocurrió investigar. Después de 7 horas de coche llegamos a Ajanta que está en medio de la nada. Y ahí se abrió el primer asombro. Son 31 grutas en las que los monjes y artistas labraron templos y monasterios comenzando alrededor del año 200 AC, hasta el 600 D.C,. Literalmente fueron quitando la roca, (como dijo Miguel Ángel que hizo con David) hasta formar encajes y columnas y budas de todos tamaños y formas. Algunas paredes y techos pintados con frescos en tonos asombrosos. Subimos y bajamos a cada una, nos tomamos fotos y nos azoramos una y otra vez. La visita nos dejó perplejas. Y no sabíamos que aún faltaba lo mejor de esta aventura.

Entramos al hotel a pasar la noche, ¡agotadas después de 17 horas de viaje!.

La mañana siguiente, es decir hoy, nos lanzamos a Ellora.

Quisiera en este momento tener la elocuencia o el don de la palabra que me permitiera convertir el revoltillo de emociones y asombros en palabras lo suficientemente poderosas para transmitir lo que es Ellora.

Estoy poniendo fotos para ver si una imagen puede expresar lo que no logro plasmar en letras. Sólo puedo decir que viajar a India sin visitar Ellora es un error. Conozco mucho de este país, he visto el Taj Mahal y muchas de sus otras maravillas y hasta hoy nada, absolutamente nada, se compara al templo central de Ellora. Durante 150 años seis generaciones de artistas se dedicaron a cavar en la piedra un monumento al amor y a la fe inquebrantable. Un altar a los seres humanos cuando deciden entregarse por completo a la creación. Sin nombres, sin firmas, sin reconocimientos o aplausos. Simplemente dejar la sangre y las entrañas en cientos de metros de roca bordada que hoy se yergue como una de las maravillas del planeta No puedo entender por qué se conoce tan poco. Acepto que jamás había escuchado el nombre Ajanta y Ellora y hoy creo que deberían estar en los todas las bucket lists de quien quiera volver a tener confianza en la grandeza de los hombres cuando deciden ser magnos.

Emprendimos el regreso sabiendo que venían otras cinco horas de trayecto. Y que, cada minuto de ellas valió la pena, porque nuestros ojos y cuerpos se llenaron de imágenes que van a permanecer.

Hoy levanto una copa y brindo por los nuevos asombros que nos regala la vida.

DÍA 12…

Gurú es aquel que nos lleva de la oscuridad a la luz. En sánscrito gu significa oscuridad y ru, luz. Hoy en India se celebra Guru Punima, no me voy a poner a wikipediar, sólo les diré que ésta es una conmemoración que, de acuerdo a la leyenda, nace hace 15,000 años. ¡Sí, así se la gastan los Indios!, éste es el día en que Shiva se convirtió en gurú. Y es que no es lo mismo ser maestro que ser gurú, el primero te enseña, el segundo te acompaña en el camino para llegar a la iluminación. OJO, él no te ilumina, tan sólo comparte su luz para que tú enciendas la tuya. La tradición cuenta que durante 84 años, siete hombres estuvieron sentados junto a Shiva mientras que meditaba. Cuando el considerado el primer yogui abrió los ojos supo que sus acompañantes estaban listos para recibir la luz y se convirtió en su gurú. Todo ocurrió durante la luna llena de julio, es decir un día como hoy.

A partir de que murió BKS Iyengar y después Gita, Prashant es considerado la cabeza de yoga Iyengar mundial, para muchos, su gurú. La clase de hoy, impartida por él, transcurrió durante dos horas en las que nos indicaba posturas y al mismo tiempo nos explicaba lo que es ser un gurú y cómo, para serlo, éste requiere de alumnos abiertos y dispuestos a aprender. Nadie nos puede transmitir nada si no estamos listos para recibir el conocimiento con humildad y respeto. Me encantó entenderlo. Para que exista un maestro tiene que haber un alumno y el circulo se perfecciona cuando el maestro se vuelve el alumno. Hoy lo entendí con más claridad y me doy cuenta que se manifiesta en cada aspecto de mi vida. Siempre que he pretendido enseñar me he convertido en alumna, recibiendo mucho mucho más que lo que puedo dar.

Así, en este día de festejo al gurú yo celebro a mis grandes grandes maestros. Por supuesto a mis hijos, los más grandes. A mi esposo. A mis amigas y amigos. Mi tribu que me acompaña y completa. Y, hoy, agradezco a mis maestras de yoga, las que me han dado la mano cada día de este increíble trayecto, las que hoy están junto a mí en India viviendo esta experiencia transformadora. Para mí ellas son mis gurús, son las que me han ayudado a ver este luminoso camino que quiero recorrer. Gracias Alicia, Anette, Marta, Susy, Mónica, Fernando, Cristi, Lore… ¡gracias a todos y todas! Feliz día del gurú y feliz luna llena.

temamotivo de un texto completo)fuerte.ila o nos toca el claxgroserias as. En Indiaienta madres y szca un bat para golpear y con

Día 13…

Llegó el último día de mi experiencia en Pune. El aprendizaje es inmenso, creo que pasarán meses, quizás años para que, como arena en un reloj, vayan cayendo las lecciones.

Hoy fue la última clase de yoga, durante dos horas hicimos arcos, que es la postura que más trabajo me cuesta y por lo tanto que menos me gusta. En algún momento el maestro dijo, Sigue la tortura, o la aventura, como prefieran verlo. ¡WOW! ¡Claro! Todo, absolutamente todo en este viaje se puede ver como una tortura o como una increíble experiencia, y yo opto por la segunda. En este viaje y en cada instante de la vida.

La llegada fue áspera, las primeras veces generalmente lo son, el clavado a lo desconocido asusta. Y cuando el clavado es a las 4:00 de la mañana la angustia es peor. Entramos a un departamento en el que todo era nuevo y en ese momento pensamos feo. Solemos calificar de feo lo que nos es ajeno, diferente, lo que nos reta. A veces no tenemos la humildad de entender que el concepto de belleza, orden, incluso de limpieza es subjetivo. Quejarnos es muy fácil.

La primera clase de yoga fue aun más fuerte. Acostumbrada a mi salón de clases que es limpio, ordenado, fresco, rodeada de compañeras y compañeros entrañables y respetuosos del espacio y la propiedad, de repente me encuentro literalmente cuerpo con cuerpo con personas de todas nacionalidades, colores, olores. Tres minutos después de haber empezado la clase ya me habían quitado mi lugar, mi mat, mis props y mi soberbia. Nada es mío.

Y, entonces, el ruido. Constante. Ruido que llega por todos lados, que se oye y se siente y lacera. Los motores y el claxon que no para. Martillazos, taladros. La contaminación auditiva es la peor que he vivido. Pero, pronto me di cuenta que al fondo hay pájaros que también cantan todo el tiempo y parecen hacerlo con más enjundia para ser escuchados. Es cuestión de cerrar los oídos al ruido para que el canto de cientos de especies diferentes de aves nos llegue a todo el cuerpo. No les voy a mentir, hubo momentos en los enloquecí por el escándalo. Pero fueron mas en los que agradecí el canto.

Los rikshaws y motocicletas hacen ruido y además se meten en todos sentidos, no respetan los pocos, muy pocos, semáforos que existen, y para ellos los peatones son tan sólo obstáculos a esquivar. Cuando tratas de cruzar la calle te miran a los ojos, tocan la bocina y arrancan para rebasarte e impedir que pases. Las primeras veces me sentí ofendida, tenía ganas de gritarles, de pegar en el coche, pensé en campañas de publicidad que deberían instaurar para darles educación vial. Esto también duró poco. Me di cuenta que es así como funciona la vialidad, si permitieran el paso serian tantas las personas que cruzarían que probablemente el coche jamás volvería a avanzar. No es broma, hay cientos de personas en cada cruce, en cada calle, en todos lados. Aprendí a cruzar con valor y certeza, esquivando y dejándome esquivar, regresando la mirada serena y, a veces, hasta una sonrisa. Mi transitar fue liviano y divertido.

Hoy fue el último día de esta aventura maravillosa. Empieza la segunda parte del viaje, ahora como turista. Pero sé que jamás voy a olvidar Pune, a mis compañeras, cada una hizo de estos días un deleite. No voy a olvidar nuestro masala chai de cada mañana y el delicioso Upma. Nuestro pescado verde, las reuniones con vino, queso y carcajadas. El orgullo de ver en mis maestras la devoción que hace a los grandes, verlas trabajar durante horas cada día para ser mejores y transmitirnos su aprendizaje. Las palabras sabias de los maestros. Las posturas imposibles que de pronto sucedieron en mi cuerpo, ante mi asombro y agradecimiento.

Definitivamente Pune ha dejado de ser un nombre más, un punto en el mapa, Pune es hoy un poco casa y un enorme enorme enorme maestro.

Namasté!!

Día 14…

Amanezco entre sábanas suaves y una almohada de plumas. Huele a jazmín y a apapacho.

El desayuno se sirve frente a la puerta de India, mi vista se pierde entre las aguas calmas de la bahía que despierta brumosa.

Mi primer sorbo es de un Masala chai, que es como besar suavecito. Recorro el bufete de platillos Indios y occidentales. Todas las opciones, panes dulces y quesos franceses y sabudana khichidi que es un platillo de tapioca, indescriptible, que mezclado con un huevito estrellado y aguacate resulta épico ( la receta es mía). Salimos a caminar, a conocer. El día transcurre divertido, fácil.

A las 4:30 nos encontramos con Khush, un jovencito de 22 años que trabaja de guía para pagar su carrera. Adora su trabajo porque conoce gente de todo el mundo. Su pasión es viajar, quiere ir a cada continente, pero nunca ha salido de India. Vive solo con su mamá que enviudó hace unos años.

Nos lleva a a Dhobi Ghat, las lavanderías públicas. Trato de explicar lo que fui sintiendo, pero se atoran las palabras en un lugar que colinda con la tristeza, la angustia y un agradecimiento culposo, pero profundo. En Dhobi Ghat viven hacinadas seis mil familias en cuartos apenas más grandes que la cama en la que dormí anoche. Pasadizos mojados y oscuros. Goteras. Hombres y mujeres ( pocas), trabajan cada hora del día lavando, exprimiendo, secando sábanas y manteles, ropa que se vende en los mercados, toallas de los grandes hoteles. Los niños juegan cricket entre la basura, con perros y gatos igual de hambrientos que sus compañeros de destino. Miles de personas nacen y mueren y llaman casa a ese lugar, para mí apenas soportable durante la hora que dura la visita.

Calladas nos subimos al coche. Khush nos cuenta la historia de los lavaderos. Sus ojos negrísimos nos preguntan qué pensamos y nosotras no podemos responder. De ahí vamos a ver la puesta de sol en la bahía, la llaman el collar de la reina, un espectáculo al que cada atardecer asisten miles de locales. Quieren terminar su día con una bella imagen y la paz que da el mar cuando refleja el ocaso. Con una pincelada de fuego violeta, despedimos un día asombroso.

Los contrastes nos duelen, nos confrontan. Nos damos cuenta de la suerte que tenemos de estar de éste lado de una balanza injusta y aleatoria. Entendemos que nos corresponde tratar de hacer aunque sea una pequeña diferencia. Parece poco lo que podemos lograr. Sin embargo nos volcamos en nuestro pequeño maestro que estará presente para siempre cuando pensemos en Mumbai. Lo invitamos a comer pizza y a tomar cerveza. Compartimos entre amigos anécdotas y nos agregamos a Facebook. De despedida le damos una libreta mexicana y la promesa de recibirlo en México cuando quiera visitar. No es mucho, es casi nada y, sin embargo, sus ojos vidriosos y nuestro pecho inflamado nos aseguran que la diferencia se hace poquito a poquito.

Días 15 y 16... Siempre he pensado que una historia bien contada dice más que mil imágenes. Supongo que por eso soy escritora y no fotógrafa.... y, entonces, Varanasi.

Llevo dos días buscando en mi costal de letras que siempre cargo conmigo, la forma de unirlas en palabras que hagan sentido para acomodar las imágenes que jamás se van a borrar. Palabras que puedan expresar el atardecer con el que empezó mi experiencia en la llamada la capital espiritual de la India. Letras que al juntarse construyan párrafos en los que aparezcan esos cuerpos astillados, rasgados por la miseria más profunda que he conocido. Cuerpos casi desnudos, casi cadáveres, casi humanos pero sin llegar a serlo. Amasijos de carne y huesos revolcándose en la misma basura, la misma mierda que las vacas y los perros. La fe inquebrantable con la que llegan hasta las faldas del Ganges a bañarse, a poner velas, a lavar ropa, a quemar a sus muertos. Ahí, ante la mirada de Shiva, suplican, y no se bien qué es lo que piden, pero lo que sea no pareciera estarse cumpliendo. O quizás sí y es mi mentalidad occidental, de apegos y expectativas la que me confronta.

Pensé que me iba a doler la muerte, no estaba preparada para que me doliera la vida.

Caminamos media hora hasta llegar al lugar en el que más de 15,000 personas viven la ceremonia para honrar al río Ganges. El evento en sí es lindo, no tengo más que decir, sin embargo, el camino de ida y vuelta, me desgarraron. No hay otra forma de expresarlo. Llegue al hotel doblegada, rendida.

Dormimos apenas unas horas ya que a la mañana siguiente, a las 4:45 nos recogieron para ir a la ceremonia de cremación. Nuevamente el recorrido por las calles que llenan mis víceras de hiel, que me escupen en la cara. La ciudad apenas amanece, pero el olor a desolación sigue intacto. Las miradas de cientos de pordioseros buscan la mia, a ver si me compadezco. Y claro que me compadezco pero son demasiados y me advirtieron que si saco dinero para uno se juntarán decenas que me impedirán seguir caminando.

Miro de frente, como si esos cuerpos torcidos fueran invisibles. Y sí, lo son. Lo son para un mundo que ha dejado de verlos desde hace muchas generaciones, para la gente que camina pretendiendo no verlos y quizás para Shiva. Están en el infierno y sólo les queda ir al río sagrado a pedir no volver a reencarnar. Que esta sea la última vez que tienen que dormir en las banquetas sucias, que tienen que comer de los basureros, que tienen que pulular por sus días sin dignidad, sin compasión.

Cuerpos que supuran, que huelen feo, que se han rendido y tan sólo sobreviven hasta que la muerte se compadezca. Pero al parecer también son invisibles para la muerte.

Las imágenes me invaden.

Supongo que nadie es igual después de Varanasi. Nadie debería ser igual después de Varanasi, al menos eso le debemos.

DÍA 17… y el resto... Después de Varanasi me quedé varios días en silencio.

Ahora entiendo el llamado a un minuto de silencio, estoy segura que nació desde la garganta aglomerada de dolor de alguien que se quedó sin palabras. Hay emociones que usurpan todos los espacios.

Sin embargo, el viaje, como la vida, sigue. Y es bello y emociona y entusiasma y se agradecen las carcajadas y los dulces exóticos en cada esquina y el collar que no pude resistir y ahora se ufana en mi cuello y un anillo más para el cual ya no tengo dedos. Y los regalitos escogidos para cada amigo que me ha acompañado, porque no existe la distancia en la verdadera complicidad. Y agradezco el agua caliente de las regaderas de hoteles que parecen oasis en medio de lo indescifrable. Agradezco la cama suavecita. Comer hasta saciarme. Tomar masala chai en todas las esquinas. Lanzarme a la conquista de cada nueva ciudad con la emoción y el asombro de las primeras veces. Agradezco extrañar a mis hijos y a mi esposo y a mi perro, y saberlos contentos y saber que ellos también me extrañan a mi.

Me emocioné hasta las lágrimas cuando mi mirada se llenó del mármol blanco del Taj Mahal. No importa cuantas veces lo veamos, el momento en el que se cruza la puerta y aparece regodeándose en su perfección, necesariamente nos doblega. El Taj Mahal es el monumento al amor, eso dicen las historias que yo decido creer. Hoy opto por disfrutarlo. Hay decenas de palabrerías que acusan de abusos de su constructor, de maltratos terribles a los trabajadores, incluso de la usurpación de un templo a Shiva. Yo, ignorando estos comentarios, me vestí de blanco para honrar el amor, la belleza, la perfección de este monumento a la devoción y sí, también al ego. Honré con mi asombro este monumento que existe hace casi 400 años, hecho de mármol blanquísimo e incrustaciones de piedras semipreciosas. Me quedo con la descripción del poeta Rabindranath Tagore que dice que el Taj Mahal es una lágrima en la mejilla del tiempo.

De Agra siguió Jaipur, Jodpur y Udaipur, a donde estoy ahora, en medio del lago, viendo caer una lluvia suave y escribiendo.

Entre Jodpur y Udaipur hay un templo jaina llamado Ranakpur, construido por ahí de 1400. Otra joya en medio de la nada. Hasta hoy desconocido para mí y desde hoy inolvidable. Amerita en si mismo un viaje a la India.

Así es. Espero ir reencontrando mi voz, mis palabras, para poder contar lo que he vivido estas semanas. Hoy siguen aglutinados los silencios necesarios para que, como sedimento, descienda Varanasi de mi garganta y de mis lágrimas y quede asentado en algún lugar que me haga un mejor ser humano. Que surja como enseñanza cuando el ego me exija apegos absurdos, caprichos o frivolidades. Sé que mi vida será un antes y un después de esta experiencia. Me rindo ante ella en el más profundo agradecimiento.


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