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menguandoTamara Trottner


Apenas ayer la luna era llena. Apenas ayer y hoy ya no.

Va menguando. Un poco menos de luz, un poco más de oscuridad.

La luna sabe que para desaparecer hay que hacerlo despacito, casi imperceptible se va cubriendo de sombra. Cuando veo al cielo, ella brilla como diciendo, aquí estoy, aquí sigo. Pero al anochecer la encuentro más delgada, con menos brillo, con menos ganas.

Le agradezco que no me suelte de golpe, y, sin embargo, me duele saberla escabulléndose noche a noche. Es imposible detenerla, la luna no se debe de prender, no se debe de encerrar ni en una pantalla, ni en la cárcel de las certezas. Las certezas ahogan porque requieren de un futuro.

Al querer futuro astillamos el presente.

Imposible asir el futuro.

Hoy desaparece. En unos días dejará de ser.

¿Renacerá?

Los astrónomos dicen que sí, que la luna tiene ciclos de 28 días, que a veces es menguante y después creciente. Dicen que si tenemos paciencia ese espacio tan negro, tan absolutamente lleno de ausencia, de la tristeza de extrañar la luz, ese espacio vacío se irá llenando. Tan despacito como fue menguando, hasta volver a ser.

¿Será ella? ¿será la misma? ¿ Tendré yo el mismo asombro? ¿las mismas ganas? ¿la misma fuerza para asomarme?

Quizás es mejor acostumbrarse a la oscuridad de la ausencia que añorar la presencia. Quizás. Y, sin embargo, espero.


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