top of page

Casi cinco meses...

Casi 5 meses.

No había escrito nada acerca de la pandemia, los escritos de mis amigas, de escritores de todo el mundo, me han alcanzado para de a ratos apapacharme y en otros morir de miedo o angustia. Pero la he ido llevando y llevando bien, una rutina de meditación, yoga y caminar con mi perro, que cada día sin falta agradece el paseo con la máxima emoción, no se le ha vuelto costumbre, no lo da por hecho, cada vez que le digo, ¡Vamos!, brinca de piso a techo, ladra y mueve la cola como rehilete. Y es feliz.

Es feliz.

Yo, hoy, estoy frustrada.

Y me regaño porque no se vale estar triste cuando se tiene todo y en el mundo mueren en este mismo instante cientos de personas y otras tantas no tienen qué comer. Hay mujeres que están siendo golpeadas, niños con hambre, viejos abandonados. Pues sí, también por ellos estoy triste, también por ellos estoy frustrada. Por la impotencia que devasta.

Pero hoy tengo ganas de tener mi frustración egoísta, mía, propia y que se valga tenerla.

Estoy triste porque hay quién prometió acompañarme en el camino y se fue, se fue de golpe. Quizás no creyó en esa promesa de grandes momentos por venir, de viajes increíbles, de más risas y más pasión, quizás no creyó merecerlo. Quizás.

Estoy enojada porque dependo de un zoom para salir al mundo, ver a mis queridos, trabajar, hacer yoga… un zoom tan frágil que simplemente por un corte eléctrico deja de servir y se truncan mis planes.

Estoy enojada porque mi novela tuvo un nacimiento lastimado. Porque quiero estar en las ferias del país viendo gente y firmando ejemplares, porque ni siquiera sé si se esta vendiendo y aunque recibo halagos y porras también ellas, por cibernéticas, se sienten borrosas.

Estoy frustrada porque quiero abrazar a mis amores y que me abrace, fuerte, largo, desde esas almas que se reconocen y deciden que será para siempre. (Aunque a veces el ego mate los parasiempres que son débiles.)

Estoy triste porque tengo que ver a mis hijos de lejos, o no verlos cuando se sienten vulnerables, porque no puedo invitar a mi mamá a comer a mi casa, porque el tapabocas no me deja ver las sonrisas y yo sin sonrisas me apago.

Estoy triste porque estoy apagada, veo que se me deslava el color (y leo a mi querido Federico Traeger y entiendo porqué, pero eso no quita el dolor)

Encuentro desiertos los caminos a mi alma. Quizás transitados por dudas, por miedos, por aquello que no habita sino destruye. Y me siento triste.

Y claro, tengo tanto. Ni siquiera he de mencionarlo porque antes de tristeza y frustración siempre estoy llena de agradecimiento. Sin embargo, hoy me permito estar enojada por ausencias que no deberían de ser, por las inevitables de la muerte y por las inevitables de la vida. Me permito sentir este estropajo que se atora en la garganta. Me permito que la lagrima que escurre ahora por mi mejilla, llegue hasta la boca, sin limpiarla. Que recorra libre su camino, que haga un surco, que deje su marca.

Quizás mañana ya habrá pasado todo. Quizás la pandemia, quizás mi tristeza.

Hoy no. Hoy existe. Hoy duele.

Y por eso me voy al bosque con mi perro, porque él no lo sabe y no quiero explicárselo.


Recent Posts
Search By Tags
No hay tags aún.
Follow Us
  • Facebook Classic
  • Twitter Classic
  • Google Classic
bottom of page