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ADIÓS AL 2020

Porque estoy frente al mar me siento infinita. En un año en el que la palabra final ha sido la más temida y la más usada.

Desde marzo añoramos la solución de una pandemia que se extiende hasta horizontes inciertos. Horizontes que podrían ser la caída al inframundo, el nunca más, el adiós más doloroso. Casi un año queriendo volver a la vida como la conocíamos y que de tanto extrañarla parece más perfecta de lo que en realidad era.

Yo hoy, ahora, infinita frente al mar, entiendo que hay finales que se agradecen, que hay siempres que nunca fueron, o fueron un rato, y ya no, qué hay horizontes lejanos detrás de los cuales se abren infinitas posibilidades. Recordaré el año de la pandemia con un dolor agudo por las vidas que se extinguieron. Irreemplazable cada una de ellas.

Recordaré también el 2020 con profundo agradecimiento.

Uno de estos días me empecé a sentir muy muy cansada. Ok pensé, ya me dio, en los 15 días que siguen puedo estar como estoy, puedo mejorar o puedo terminar intubada y muerta. Caben todas las posibilidades.

Decidí escuchar a mi cuerpo y lo oí claro y contundente: ahora te toca descansar mientras que yo trabajo, mientras que yo lucho glóbulo a glóbulo, célula a célula contra el COVID. Y eso hice. Fui sintiendo la lucha de mis anticuerpos, literalmente sentía la guerra campal que estaba teniendo lugar y al anochecer podía contar las eventualidades y me daba cuenta de que estábamos ganando, un día a la vez. Hubo momentos en los que tuvimos que replegarnos y replantear la estrategia, esos días hice posturas de yoga que me recomendaron para oxigenar mejor, salí al sol a cargarme de vitamina D. Respiré una y otra y otra vez. Mi cuerpo ganó. Ganó una batalla que millones de cuerpos han perdido. Ganó con fanfarrias y mención honorífica.

Y con el sentimiento de renacer, en tantas formas, llega un futuro que deja a un lado los apegos, los enojos, la angustia y da lugar a espacios vacíos, luminosos, emocionantes, listos para ser llenados. Que apasionante es pensar en el espacio de todas las posibilidades.

Agradezco la vida junto a mis quereres más profundos, ellos están conmigo y yo con ellos, en este año de pérdidas, como el mayor de los regalos.

Agradezco que me acompaña mi tribu, y con ella las letras que cada día son más mi sangre, mi oxigeno, mis cómplices, mi cura.

Agradezco que una luna llena despide el año, porque me confirma que la luz es capaz de iluminar los senderos más tormentosos. Que la vida sigue, los ciclos se cumplen, la Tierra es a pesar de nosotros.

Sé que viene un 2021 complicado. Sé que seguirán las ausencias, que habré de soltar más y más los apegos, que el miedo, ese infame animal que corroe hasta la certeza más afanosa, seguirá inmiscuyéndose en mi férreo optimismo y a ratos, solo a ratos, me hará titubear. Sé que es día a día.

Y abrazo, una vez más a Rilke cuando dice:

“Por lo demás, deje que la vida vaya sucediendo y traiga lo que tenga que traer. Créame, la vida siempre, siempre tiene razón.”

Siempre.






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