LUNA LLENA. ABSOLUTA.
- Tamara Trottner
- 10 jun 2017
- 2 Min. de lectura
Hace algunos años, cuando enterré a uno de los hombres más sabios y generosos que han atravesado la faz de este planeta recuerdo haber pensado, mientras que el ataúd se colocaba en la tierra mojada, que no era posible que tanta, tanta cultura, amor, dedicación y conocimiento cupieran en esos escasos centímetros de madera. Que desperdicio…. ¿Para qué?
Y, sin embargo, despierto cada mañana decidida a hacer la meditación más profunda, la practica de yoga más devota. Trabajar en mi empresa para hacerla la más grande. Escribo mi novela como si con cada palabra pudiera iluminar la existencia de alguien.
Me recuerdo así siempre.
Y es que no sé como se hacen las cosas a medias. Si me lanzo es con alas extendidas y ojos abiertos.
Si veo un paisaje, me convierto en él. Y en el amanecer. Y en la luna llena. Y en el beso. Y en tus manos. Si acaricio es con cada célula. Si miro es desde la profundidad del deseo y desde la promesa de verdad. Si te miro lo sabes, porque jamás lo haré desde las pupilas, sino desde el absoluto.
Lo mediocre me incomoda porque sé que hay en él un dejo de conformismo, de inseguridad y de miedo. Odio el miedo. Me aterra un mundo trivial.
Soy golosa. De pronto insaciable. De pronto muy cansada. Agotada. De pronto triste. Muy muy triste.
Y es que tampoco sé llorar a medias. Cuando lloro es con mocos y ojos hinchados, con jadeos y pequeñas convulsiones en el cuerpo. Así también amo ( sin mocos, pero sí con convulsiones y jadeos). Quienes me conocen bien, que son pocos, pero que son parte de mi aura, saben que cuando me caigo me voy de boca, sin poner las manos. De cara en el suelo. Saben también que cuando vuelo es arriba, más allá de nubes, más allá de limites que pueda poner la atmósfera o la cordura.
Sí, quizás cuando me entierren queden en esas cuatro paredes de madera un montón de esfuerzos, de luchas, de intentos. Quedarán cientos y cientos de libros leídos. Miles de letras escritas. Besos dados y otros deseados. Abrazos apretados. Quedarán ahí, haciéndose polvo, menciones honoríficas, maestrías y doctorados. Horas estudiando para un examen. Días dedicados a bajar de peso y otros tantos comiendo gorditas de chicharrón y chocolates. Quedarán instantes compartidos, secretos y complicidades. Quedarán algunas flores que algo le digan a alguien, quedará alguna canción que sea nuestra. Todo ahí, apachurrado entre la tierra y el olvido paulatino.
Y, quizás, alguien, al ver el ataúd descendiendo a la tierra, piense… que desperdicio. Y quizás ( ojalá) ese alguien despierte al día siguiente y, con todo, sin recato, sin miedo, sin control, sin pausa, se lance a surcar, por algunos instantes mi mismo cielo. Mi mismo abismo.

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