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Y, sin embargo, brilla...

  • Tamara Trottner
  • 11 feb 2017
  • 2 Min. de lectura

Coincide la enorme luna con estos días tan sacudidos en los que se enmarañan las emociones.

Y es que hierve un odio en las voces ásperas de seres que creen tener la verdad, pero también lo hay en los otros. Y hay dolor en unos que son oprimidos, y vergüenza en quienes no oprimimos, pero de alguna forma hemos permitido que nuestro planeta, nuestro asombroso planeta, se cubra de una sin razón que crece y, como epidemia, penetra la piel y el alma.

Me acuesto en el suelo de la azotea de mi casa. Ahí, fascinante, está el astro que cada 28 días me deja sin respiración por algunos segundos que lleno de agradecimiento.

Pero hoy es diferente. Algo se movió, algo me dice que ahora las lunas llenas me van a susurrar nuevos poemas, porque los viejos dejaron de tener sentido. Y es que hoy, acostada en el suelo, viendo el cielo, busqué las estrellas detrás de la Luna, y no estaban.

Tanta luz, tanta potencia del astro logró opacar el brillo de cientos de millones de luces que, aunque más lejanas, son, en realidad, mucho más brillantes. ¡WOW!

Una metáfora más de esas que el universo nos pone en la cara para decirnos.... no sé... decirnos algo .... lo que cada quien quiere o puede escuchar.

Yo percibo murmullos que me dicen que detrás de aquello que creemos absoluto, indispensable, nuestro, siempre hay otra opción. Entendí que cuando la luna está llena debemos disfrútala, pero cuando mengua, hasta desaparecer, no habría que llorar su ausencia sino celebrar la presencia de tantas otras lunas, tantas estrellas, tanta tanta luz que el cielo negro permite presenciar. Percibí que el universo, enorme, no aplaude la mediocridad, y es por eso implacable cuando decidimos cobijarnos en ella.

Sí, la luna llena seguirá conmoviéndome, seguirá acariciando mi avidez, seguirá siendo musa para mis palabras. Pero hoy abrazo su ausencia. Aplaudo saberme parte del Todo, de un universo que la contiene a ella y a mí y a ti y un nosotros… Y a las estrellas y a los amaneceres por venir, y a las historias que se están hilvanando hoy en la pluma de algún ser asombrado por la luna, o por una canción o por la existencia misma que es, a fin de cuentas, lo más asombros que hay.


 
 
 

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