PERDIDOS...

Me pierdo ahí, a dónde andamos perdidos tantos. Me pierdo en tu cuerpo. Me pierdo en los recuerdos o quizás en los anhelos. Me pierdo en tus manos que saben amar. Me pierdo en el roce de alientos que se reconocen y son como volver a casa. Volver a casa resulta entrañable.

Me pierdo en las mentiras, en la duda, en las palabras tan repetidas que se astillan borrosas y manchadas. Y, sin embargo, tampoco parezco encontrarme en esa verdad tan absoluta y tan irremediable. ¿Será también mentira?

Me pierdo en las pérdidas. Las busco incansable en las noches de insomnio en las que nada aparece. ¿Existen o fueron tan sólo espejismo?

Me pierdo al encontrar respuestas que hacen sentido y son por ello tan absurdas. Las respuestas que dan los que creen saber lo que nadie sabe. No quiero objeciones cuerdas, soy de esas que anhelan tan sólo la vida que se vive aunque nos mate. Que se vive precisamente porque nos mata. Quiero poseer sólo aquello que me pueda llevar al morir. Lo efímero, lo intangible, lo que no tiene respuesta ni explicación.

Me pierdo en algún lugar en el que la cabeza exclama lo que el alma no concibe. Y me pierdo tratando de encontrar ese lugar de encuentro. Ahí me abrazo a seres que como yo transitan sus dudas y a veces quieren morir pero renacen con el más ínfimo brote de ilusión

Estoy en ese lugar en el que tantos estamos perdidos. Ahí a dónde sólo se encuentran los que deciden seguir andando. Los que no se conforman. Aquellos a quienes las aguas calmas no les alcanzan para navegar la vida. Aquellos que se lanzan a la mar bravía y poderosa, la que reta, la que confronta, la hermosa, la que mueve, la que no podemos dejar de admirar, la que vive o muere, pero jamás se conforma. Ahí estamos sólo algunos. Ahí encuentro. Te encuentro. Me encuentro.