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VIVA

  • TAMARA TROTTNER
  • 30 mar 2015
  • 2 Min. de lectura

Estar vivo. ¿Cuantas diferentes formas de estarlo existen?

Un viejO en una silla de ruedas, conectado a un tanque de oxigeno. Su mirada se pierde, y eso es lo único que me hace pensar que quizás sí está vivo, porque no está aquí, sino en un lugar en el que sí es feliz.

Sí, quizás mi viejito esté más vivo que aquella mujer que está tan enojada, que ve a todos con desconfianza, que se despierta en la mañana dispuesta a ver negro todo aquello que se le presente. Ella no está viva y, además, mata a muchos en el camino.

Yo no sé vivir sin pasión. Despertar entusiasmada porque sí, porque llueve y porque hay sol, porque hay una pantalla en blanco esperando ser escrita, porque hay un libro delicioso que necesita gestarse, y otro que no ha sido aún leído y entonces no está vivo. Rodeada en mi vida de seres de luz, que me comparten la alegría de existir.

Me siento viva cuando el agua de la regadera resbala por mi espalda, y se me pone la piel chinita.. Cuando me como algo que me llena completa… un pedacito de choloclate que se derrite en mi boca, un helado de vaililla, una cucharada de cajeta. Y, me gusta besar.

Manejar, a veces sin rumbo. (difícil en el DF) manejar sólo para tener tiempo de seguir escuchado la canción que te lleva tan lejos, te lleva a un lugar que quizás ya no existe, te lleva a un lugar que quiás nunca existió, pero que deseaste…

Y, a veces, acompañar la canción de lágrimas. A veces de frustración, a veces de dolor otras, las mejores, las perfectas,( las menos) de lagrimas de alegría.

 
 
 

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