ELIJO
- Tamara Trottner
- 6 mar 2015
- 4 Min. de lectura
Los cumpleaños son de esas cosas que nos ponen a pensar. Quizás es tanto apapacho, tantos consejos, tanto pastel y tantas velitas llenas de deseos . Pero pensamos.
Especialmente cuando los años que se cumplen ya levantan las cejas de los adolescentes. Cuando te dicen “No pareces!!” y sonríes y piensas “pero soy”
Durante el año muchos días se escabullen en el anonimato de la rutina. Hay otros que agarramos hasta con los dientes y decidimos no soltar jamás.
¿Qué recuerdo del año que se queda a la orilla del trayecto?
Si quiero que el año que comienza quede arañado, deshilachado, agotado, sudoroso, que quede mojado y escurrido. Embarrado de chocolate, si quiero que ilumine mi caminar por sus días y mi soñar por sus noches, tengo necesariamente que entender qué fue lo que realmente tuvo importancia el año que dejo atrás. Y qué, definitivamente no la tuvo.
Recuerdo algunos enojos en el tráfico… estúpidos enojos que no me llevaron más pronto a mi destino, pero si llegué mas oscura y apesadumbrada. Recuerdo también un I Pod con música deliciosa que otro día me llevó bailando por el mismo tráfico de la misma ciudad. Esos días de música llegué a mi destino igual de tarde, pero divertida y ligera.
Recuerdo alguna discusión, con alguien. Esos días sé que me quedó un sabor pegostioso en la garganta y un dejo de rabia en la boca del estomago. Pero no me acuerdo de qué discutimos y tampoco recuerdo con quien. Y evoco el haber dicho muchas veces Tienes razón, algunas veces perdón y muchas, muchísimas, Te quiero. Todas ellas me hicieron sentir bien, tranquila, y liviana. Especialmente cuando le dije a alguien que amo que lo amo… especialmente cuando lo dije desde el fondo de las pupilas.
Recuerdo hacer un berrinche espantoso porque se me rompió algún objeto, me robaron otro, perdí algo. El berrinche me quitó paz, el enojo me quitó luz. Pero no me acuerdo que objetos eran. Y, sin embargo, tengo la foto de una flor y de una mariposa que me hacen sonreír. Recuerdo haber ayudado a alguien que lo necesitaba, haber dicho sí a alguien que me pidió un favor. Recuerdo haber entregado pedacitos de mi esencia a quién quiso recibirlos. Cada uno de esos instantes, cada luna que es mía y nadie me puede robar, cada beso que di y nunca se podrá romper, cada guiño que compartí y no se puede perder, con esos me quedo.
Recuerdo haber criticado. Sí, aunque trato de no hacerlo, debo de haber participado en una de esas conversaciones en las que se nos llena la boca de juicio, de soberbia. Una de esas en las que señalamos a los otros para no enfrentarnos a nuestros fantasmas. No me acuerdo qué critiqué, en realidad vivo con la certeza de que la vida es individual y cada quien tiene el derecho de vivirla a su manera. Entiendo que no podemos lastimar en el intento de ser felices, entiendo también que incluso el dolor suele ser opcional. Abrazo los momentos en los que acepté. En los que me abrí al amor de mis amigos, en el que opté por escuchar y no hablar. Por entender y no calificar, por aceptar con flexibilidad y no escudriñar con rigidez. Acaricio los instantes en los que me doblegué ante la inminencia de un Cosmos que a veces parece hablarme a mí, sólo a mi, al oído, para decirme vas bien.
Hubo algunas frustraciones. Muchos no que me dolieron. Muchos tal vez que me decepcionaron. Aunque los recuerdo, ya no duelen tanto. Porque sé que un no abre tantas puertas a si y que tal vez es siempre una posibilidad. Y nacieron proyectos, tomaron vida, se gestaron libros, surgieron palabras que se tornaron en párrafos. La emoción de ver realizado en tinta y papel algo que comenzó siendo quimera. Me quedo siempre con si.
En el año hubieron pérdidas. Agradezco que no hayan sido de las que son tan dolorosas que, como dice mi tocayo de cumpleaños, “mis amigos no se mueren, se van a Nueva York” esta vez me tocó acompañar a otros que sufrieron y cuando a quien queremos le duele algo, necesariamente nos untamos un poco de su dolor. Hubieron también los más increíbles encuentros, reencuentros, abrazos, descubrimientos. Volvieron a mi vida mis amigos de primaria y con cada instante compartido se han vuelto mis amigos de la vida… de la de antes y, espero, de la de parasiempre. Y me hice más cercana a mis amigas que son hermanas, mis mosqueteras, mis aliadas y cada día junto a ellas fue luminoso, embebido en el amor y la complicidad y las risas que sólo ellas entienden.
Agradezco esos regalos con cada parte de mí que puede agradecer. Agradezco con la entrega de mis pensamientos, con el tiempo de cada día, agradezco con las ganas de estar y disfrutar. Agradezco cuando me despierto porque sé que soy una mejor persona cuando estoy rodeada de mis amores. Agradezco con sonrisas y con abrazos. Y, a veces, regalando chocolates.
El año que empieza lo hace erguido, echado pa´ delante, lo hace lleno de luz. Empieza el recorrido con las ganas de ser grande, de ser trascendente, de marcar a su paso las vidas de otros. Empieza en una tarde de abrazos.
Es un año que, como un buen libro, ya me atrapó desde la primera línea para no querer dejar de leerlo hasta el último punto. Pienso devorarlo a mordidas enormes, sin tregua, desbocada y abierta. Ya tengo más claro lo que me hace feliz y lo que es paja. Hoy, en la más absoluta conciencia, elijo la felicidad.
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