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¿PROBLEMAS?

  • TAMARA TROTTNER
  • 4 feb 2015
  • 3 Min. de lectura

¿Que sería de nuestras vidas sin problemas?

¿A qué llamamos problema?

Me queda claro que hay unos enormes, piedras en el camino que más bien parecen montañas infranqueables… sin embargo, cuando las logramos escalar, la vista es más clara, más luminosa y, quizá, mucho más amplia. Después de remontar una de esas, ya casi todos los demás “problemas” parecerán pedruscos insignificantes. O, al menos así debería de ser.

No estoy hablando de pérdidas, ni de tristezas, ni de la muerte de alguien… esas son terribles y tristes situaciones, pero no problemas. Ahora estoy hablando de las complicaciones que vienen con el hecho de estar vivos. Si alguien me puede decir que no tiene problemas yo le diré que de inmediato se ponga un espejo frente a la nariz y se cerciore de estar respirando.

Un problema suele ser un asunto del cual se espera una solución, eso nos dice Wikipedia al respecto.

Si sabemos que el asunto tiene solución entonces debemos dirigir nuestra atención, energía y humor hacia la forma más fácil y rápida de resolverlo. Si no tiene solución entonces no es problema y deberíamos dirigir todo a tratar de olvidarlo, sobrepasarlo o aprender a vivir con él.

No me asustan los problemas, más bien me parecen momentos en los que se prueba nuestra madurez, nuestro ingenio, la paciencia tantas veces venerada… porque finalmente el asunto tenderá a resolverse de una u otra forma. Por supuesto que no busco problemas, de hecho me sorprenden y entristecen aquellos que logran ver el negrito en cada bocado de arroz, aquellos que se regodean con el sufrimiento. Los que se pelean con todos porque TODOS están equivocados, TODOS son malos, egoístas, falsos, mentirosos… para ellos la vida es oscura y no llega a ser un problema porque no tiene ni la más mínima posibilidad de solución. Ellos también son otro asunto.

Pienso en los que han tenido que enfrentar Himalayas, Montes Fuiji… aquellos que encararon cuestionamientos de vida que los llevaron a los límites más profundos de la desesperanza, de la duda, pero que siguieron escalando porque sabían que valía la pena, porque sabían que de lograrlo llegarían a la cúspide de sus vidas, y desde ahí podrían ayudar a subir a tantos más.

Edgar Allan Poe, Alan Turing, Beethoven, Martin Luther King, Mandela, Mozart, Galileo, Virginia Woolf, Van Gogh…

La lista podría contener decenas de miles de nombres, me atrevo a decir que cualquier persona que ha hecho historia tuvo que sobrepasar serios problemas, muchos de ellos pensaron en desistir, todos tuvieron la visión de entender que somos tan pequeños que en realidad nuestra vida es apenas visible en un universo infinito y, sin embargo, podemos hacer una gran diferencia en la vida de otros y en este pequeñísimo planeta que es, por lo pronto, todo lo que tenemos.

En la lista se encuentran esos grandes, GRANDÍSIMOS seres por los cuales hoy tenemos los avances tecnológicos más asombrosos, gracias a quienes podemos llenar nuestra alma de sinfonías, nuestros ojos de la belleza de una fotografía, de un cuadro que nos hace temblar, del párrafo de una novela que es torrente sanguíneo, un poema vuelto profundo y permanente suspiro… tenemos a Rothko y a James Joyce y a Berlioz y…

La lista contiene también a una mamá, que son todas las que han estado postradas, paralizadas ante la enfermedad de un hijo, aquellos que han sufrido la falta de comida, de libertad, la sinrazón de la violencia gratuita, el miedo de una guerra. Son todos ellos, los que han escalado el Everest, somos todos nosotros, los que hemos ascendido montes más pequeños, pero que hemos llegado a la cima y, desde allí, entendido que esto es lo que se llama vida.


 
 
 

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