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DUALIDAD

  • TAMARA TROTTNER
  • 17 feb 2013
  • 2 Min. de lectura

La dualidad de la vida me emociona…. Y me asusta.

La sombra que aparece siempre que hay luz. La luz que es pasión, que es guía, que acompaña, y que a veces por intensa deslumbra… ciega… aturde… estremece.

La dualidad de un mar que es absoluto y finito, que puede acariciar o ahogar. Que hace las dos cosas. Que refleja el arrebato del sol, y también la urgencia de un huracán. Y quizás es aún más bello cuando se atormenta.

La lejanía que acerca por el absoluto deseo de estar juntos, y la cercanía que aleja. Y duele. Y mientras más cercana más resquebraja las posibilidades.

Extrañar tanto que duele el vientre y duelen las lágrimas disfrazadas de sonrisa. Sólo cuando el amor es caudal. Y por ello es asombroso.

Y, sin embargo, falta la respiración porque se quedó en el aliento del otro.

La dualidad en cada instante, en cada decisión, el camino que al seguirlo aleja tantos otros y sus posibilidades.

Seres humanos que lastiman. A veces por maldad y otras simplemente porque sucede. Y esos que dan su vida por una causa, por alguien más, por un ideal. También sucede.

La dualidad que existe en si misma, la de la voz que emite palabras de amor y que a veces insulta. La de la boca que canta poemas o puede sentenciar a muerte.

El delicioso silencio de los cómplices y el terrible silencio de la soledad. Peor aún, el de la soledad acompañada.

El calor que protege y el que quema. Y el frío, que a veces paraliza y, otras, refresca.

El cuerpo que da y el que recibe. Y se vuelven uno. Uno que fueron dos y que fueron opuestos y que decidieron no serlo más. Y el mundo, allá afuera, y el que sólo habita adentro. Y el amor que lacera y duele y no podemos evitar y el amor que fortalece y acompaña y no podemos amar.

Los opuestos en la vida se complementan. No puede existir el uno sin el otro.

Podemos caminar en la luz, pero no olvidar que del otro lado existe sombra.

Podemos optar por la vida, sólo sabiendo que vendrá la muerte.

Podemos abrazarnos, abrazarnos infinitamente… sabiendo siempre que vendrá la despedida.

La dualidad de la vida… sí, me emociona, pero no puedo dejar de preguntarme: ¿Cuántos nuncamás contiene un parasiempre?


 
 
 

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