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¿EXISTE PARASIEMPRE?

  • Tamara Trottner
  • 26 ene 2012
  • 2 Min. de lectura

¿Existe parasiempre?

¿Existe? Y si sí, entonces ¿Cuánto dura el parasiempre?

Cuando yo desaparezca se irán conmigo todos los parasiempres y los te amos y los apegos. Al mismo lugar donde mora el cuerpo inerte. Al más allá o a la nada. Da igual.

Con la partida de mi cuerpo se esfuman recuerdos, sueños, angustias. Lo aprendido, lo leído, lo ansiado… se van los orgasmos, se van los deseos… mueren las posibilidades, muere el tiempo. Se oculta la luna. Deja de existir Venus. No más amaneceres. No hay luz, porque ya no la necesito. Y, conmigo, desaparecen también los parasiempres que otros unieron a mi vida.

¿Permanecen mis amores si no estoy para amarlos?

Qué frágil es lo permanente. Subsiste en el respiro de alguien y cuando ese ser deja de estar vivo, la permanencia es bruma. Es nada.

Lo indestructible se hunde ante la provocación de un pedazo de hielo. Lo absoluto se nulifica con la duda de un niño. Lo indeleble se borra cuando no es leído. Lo luminoso se nubla envuelto en ausencia. Nada existe, o existe todo, pero sin nosotros ¿qué importa?

Hay un ahora. Un ahora real y absoluto que dura un sintiempo. Subsiste y se esfuma en cuanto nace otro ahora que dejara de ser. Vamos armando nuestra vida con ahoras que parecen tan importantes, tan grandes, tan dolorosos, tan felices. Ahoras absolutos que son apenas efímero instante y, sin embargo, nos aferramos al parasiempre.

Ahoras que son sufrimiento líquido de una despedida. Sabor ebrio de un reencuentro. Ojos que jamás nos han dejado de mirar, desde que se encontraron.

Dicen los que saben, (o los que no saben pero igual dicen) que no existe el pasado, porque ya fue, ni el futuro porque no sabemos si será, que sólo hay presente.

Si esto es cierto entonces no existen parasiempres.

Si no existen, entonces, ¿por qué es tan delicioso el quizás? ¿Por qué nos llena de ilusión el soñar sueños compartidos? ¿Por qué duele tanto el adiós? Parasiempre dura si así lo decidimos. Cuando deja de ser podemos guardarlo. Se vestirá de ámbar hasta perder el color, pero habrá captado un instante que algún día fue un parasiempre.

Supongo.

Porque sé que los 25 años compartidos contigo fueron y siguen siendo. Existen porque en ellos habitan nuestros hijos, porque en ellos fuimos niños enamorados, con tantas primeras veces, con tantas ilusiones, con todas las posibilidades. Existen porque juntos convertimos una casa en hogar, una vida en ilusión, un paseo en viaje, un planeta en destino, las palabras en conversaciones, las diferencias en entendimiento, y las caricias en alianza. Parasiempre…

aunque parasiempre no exista.


 
 
 

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