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ESA PRIMERA VEZ...

Una reunión con mis amigos de primaria me hizo pensar. Viendo las arrugas y algunas canas que ahora compartimos, logré entrever a esos niños que empezaron acompañando mis asombros. De casi todos soy amiga hace cerca de cuarenta años. A muchos no los había visto en mas de treinta y, sin embargo, son mis amigos. Mucho más que algunas personas con las que paso quizás dos o tres días de la semana…

Con ellos experimenté la mayoría de mis primeras veces. La primera tarea, el primer examen reprobado, la primera pelea con una amiga que destrozó durante todo un recreo, mi existencia. El día en que se cruzó mi mirada con la de uno de esos amigos y algo se alborotó, por primera vez, en un delicioso lugar de mi vientre. El primer novio, con quien a partir de ese momento dejamos de hablar por la vergüenza de ser novios. Y el primer novio con el que decidimos que queríamos seguir estando el resto de la vida ( y durante algunos meses lo cumplimos).

Con ellos, y podría mencionarlos por nombre y describir la ropa que llevábamos puesta y el lugar exacto en el que nos escondíamos, probé mi primer cigarro y también di mi primer beso de lengüita, ( y me sentí muy muy culpable, hasta que dos días después ya no aguantaba las ganas de volverlo a dar).

Las primeras veces se nos quedan grabadas y creo que cuando la edad empieza a borrar todo lo que tratamos de archivar en la mente, aquello que permanece son esas experiencias que nos marcaron para siempre. Incluso en cosas aparentemente intrascendentes, pero que para algunos resultan parteaguas en la vida. A mí no se me olvida la primera vez que probé una paleta de grosella porque desde ese día supe que sería un sabor que me remitiría a domingos de risas y a paseos en familia.

Los inicios no son exclusivos de la infancia o de la adolescencia. En realidad, la vida está llena de inicios y a veces ni siquiera nos damos cuenta. ¿Cuándo viste una jacaranda por primera vez?

Existen también aquellos inicios que nacen después de dolorosos finales, cuando alguien sale de nuestra vida y extrañarlo empieza con la primera puesta de sol sin él. El primer pedacito de chocolate que se derrite en nuestra lengua. Sin ella. La primera vez que escuchamos esa canción que fue Nuestra (así con mayúscula) y hoy ya no lo es. ¿Quién se queda con ella?

Cómo duele la primera vez que descubrimos su perfume en alguien más, o que olemos nuestro perfume, ése que compramos pensando en él, para él y que ahora ya nunca será.

Las primeras veces, las dolorosas, también se quedan guardadas, pero menos tiempo. Ésas pueden ser sustituidas por otras, por otra canción, por otro perfume, por otro lugarcito que haremos nuestro con alguien más. Y, es triste, porque los finales siempre lo son. Es triste entender que, quizás eso que tanto creímos que era, no es. Aquello que tanto soñamos, fue sólo un sueño.

Doloroso darse cuenta de que esas primeras veces, sin saberlo, nacieron siendo últimas.


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