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¿ARTE?

El arte es una mentira que nos hace ver la verdad” Picasso

“ Picasso es lo que va a pasar, lo que está pasando, lo venidero y lo arcaico, lo remoto y lo próximo” Octavio Paz

Estoy en un museo en Venecia. En vez de estar perdiéndome por las callecitas, cruzando puentes llenos de posibilidades, viendo a través de ventanas historias inventadas, visito un museo, porque estoy en Venecia y es la Bienal.

Frente a mí, recargado en una pared, un colchón. Sí, un colchón de cama individual, de los corrientitos, blanco, sin nada especial. Un colchón que está recargado en una pared.

Lo observo, trato de entender el significado, el mensaje, la idea que llevó al artista a exponer esto en la Bienal. Nada. Es un colchón. Blanco.

Dos de las principales corrientes filosóficas que hablan del arte son los subjetivistas y los objetivistas. Para los primeros la belleza está en lo que ésta te hace sentir. Para los objetivistas, siguiendo las ideas de Platón, la belleza es una cualidad real que existe por si misma, independiente y única.

¿Qué es para mí el arte? (finalmente éste es mi blog) el arte tiene que hacerme sentir algo, no importa si es alegría o tristeza o asco, frustración, enojo, confusión… Eso es, esta obra me hace sentir confundida ¿si?, NO. No siento absolutamente nada. No me hace pensar, y definitivamente no me hace sentir. Y sigo encerrada en el museo frente a un colchón, y mientras tanto toda Venecia está allá afuera, esperando. Y yo, y el colchón.

De pronto veo a una señora leyendo, muy concentrada, una hoja de papel enmicada con el nombre de la artista escrito en la parte de arriba. Me acerco a la pared y ahí hay varias de esas hojas. Tomo una.

“Untitled XXIV” se llama la obra. Osea que este colchón se repite, igual o en diferentes formas, ¡otras veintitrés veces!

Y leo: intrínsecamente la artista busca expresar la soledad y desasosiego de los seres humanos. En esta obra se expresa la otredad de los espectadores frente a su propia vulnerabilidad al enfrentarse a los horrores de la guerra y a la deshumanización causada por las máquinas modernas. En su blancura refleja el cataclismo, sistemático y perenne de las hecatombes….

¡AH! Con que ESO es lo que quiere decir...

Vuelvo a poner el papelito enmicado en la repisa de la pared y salgo del museo.

¿Qué era mejor? Quedarme con la idea de que el arte, a veces, es una porquería que no dice nada, y que, generalmente, un colchón recargado en la pared no es más que eso: Un colchón. O quedarme con la sensación de que después de pagar doce Euros y perder varias horas de callecitas, alguien, en algún lado, se estaba muriendo de risa pensando: ¡Y se la creen!

Entiendo que una Bienal pretende mostrar las nuevas propuestas de los nuevos artistas, aquéllos que rompen las reglas, que se salen de las escuelas, que tienen algo diferente que decir. Pero también es cierto que las porquerías se quedan siendo porquerías, aunque estén en un museo de Venecia.

Y claro que habrá a quién le encante ver el colchón ( la verdad no entiendo por qué) quizás a la mamá de la artista le conmueve… mi mamá aplaudiría casi cualquier cosa que yo haga, incluso poner un colchón recargado en una pared. Pero me pregunto: ¿de qué se trata realmente el arte? ¿Qué es arte? Sé que me estoy metiendo en una discusión de siglos en la que cientos, miles de filósofos, artistas, pensadores, maestros no se han puesto de acuerdo. Sé que tratar de solucionarlo en unas cuantas líneas de un blog es casi tan estúpido como poner un colchón recargado en una pared.

Una obra de arte, creo yo, debe hablar por si misma, y claro, habrá diferentes interpretaciones y habrá a quienes les guste o no. Pero es la obra en sí misma la que está hablando y no una explicación que pretende llevarnos de la mano a lo que el artista decide que quiere que estemos sintiendo cuando vemos su “obra”.

Hubo momentos en la historia en los que presentar un urinal en el museo fue extremadamente atrevido. Cuando Duchamps lo hizo, nadie lo había hecho. Todo puede ser arte. Y sí, en su momento, el urinal fue arte porque las personas paradas frente a él sintieron enojo, asco, alegría, se dieron cuenta que se estaban rompiendo paradigmas y que alguien se estaba atreviendo a hacer algo diferente. Eso ya sucedió.

Me enoja, pero sobre todo, me asusta presentir que estamos llegando a un momento histórico en el que la realidad rebasa en una forma tan contundente a la ficción, que ya no nos alcanza la imaginación, ni la creatividad, ni las diversas formas de expresión, para hacer sentir algo a un espectador que vive el día a día en una tolvanera de emociones.

¿Será que el nuevo arte va a ser ese hombre matando decenas de niños con una sonrisa en la boca? ¿Será que lo único que ahora nos conmueve es la imagen en llamas de una nación, el cuerpo más muerto que vivo de un niño que no tiene agua, la increíble desigualdad en dos esquinas de un mismo planeta, que a veces decimos es tan pequeño y que otras parece absolutamente distante y agrietado?

Será que tengo que ver ese colchón blanco recargado en la pared y aguantarme las ganas de insultar, porque es mejor un colchón en la pared que dice que quiere decir algo, que la realidad que día a día lo dice, lo grita, lo escupe, lo embarra…


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